A veces creemos que estamos enamorados, que somos felices y que nos quieren. Pero nos equivocamos. Creemos vivir dentro de un lugar maravilloso al que llamamos paraíso, cuando en realidad estamos pisando el mismo infierno. Pero no lo vemos. Preferimos seguir dentro de ese bucle de ensueño porque creemos estar a salvo, sin prestar atención a quienes intentan despertarnos. Y les duele porque sí, porque ellos sí que te quieren.
Entonces llega un día en el que te das cuenta de todo (o casi todo). A partir de ahí, se nos presentan dos opciones. La fácil: quedarse, mirar a otro lado y hacer como si nada. La difícil: huir, buscar otras salidas y volver a empezar. Pero uno no es capaz de tomar la decisión sin ser consciente de la realidad que le envuelve. Así que el tiempo es fundamental. Cada uno tiene sus compases y su vida. Y ahí no interviene nada que no sea uno mismo.
«Crónica de un regreso» es todo esto. Tanto lo bueno, como lo malo, como lo maravilloso, como lo oscuro. Pero, al fin y al cabo, todo. Es la vuelta a donde uno fue feliz y creyó que podría seguir siéndolo. Aunque se equivoque. O no. Porque ese también es un acto de valentía: uno nunca sabe si puede ser la definitiva.