Reflexiones muy personales e íntimas inundan hoy mi cabeza. Me ha tocado vivir una vida muy dura y difícil. Cuando me divorcié de aquel ser ; no sé si humano enfermo o sencillamente bestia insensible decidí luchar por mis tres hijos con todas mis fuerzas.
Solo pensaba en ellos, en su bienestar. Era difícil llegar a fin de mes con un sueldo no muy potente, teniendo que sacar adelante a mis tres hijos, pagar una hipoteca, un coche, etc… Pero eso no importaba, porque comencé a sentir otra felicidad diferente a la del abrazo o el beso de un hijo.
Tuve que aprender a quererme
Descubrí que para que la gente te quiera lo primero que debes hacer es quererte a ti misma. Comencé a ver entre bambalinas, miré a mi alrededor y vi a personas gordas, flacas, guapas, feas etc… Pero esa gente era feliz porque se querían a sí mismas tal y como eran y por ello los demás también los amaban y respetaban.
Me sentí guapa y descubrí que este mundo también me pertenece y por ello debo aprovechar todo lo que me ofrece. Conocí el amor verdadero, el que te da la mano sin pedirte nada a cambio, el que se siente impotente si no puede curarte una jaqueca, el que intenta satisfacerte en todos los sentidos aunque le vaya la vida en ello, el que te hace sentir importante, el que sencillamente te ama y te quiere con toda su alma porque sin ti la vida no es vida, sino martirio.
Respuestas sin palabras
Un día alguien me preguntó: ¿Amas a tu compañero actual?. Yo como respuesta le dediqué una sonrisa inmensa y una lágrima. Hoy en día, puedo decir que por fin he conocido el sentimiento de amar y ser correspondida, y gracias a ello sigo luchando porque en la cabeza de mis hijos no quede rastro ni huella del maltratador y abusador infantil que fuera ese animal al que hay que llamar padre.
Gracias a todos por quererme como yo ME QUIERO
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