Mi voz es la pluma. Mi latido, la tinta, y, como testigo, el papel.
Tengo emociones a flor de piel que plasmo en una hoja en blanco. Tengo un sueño entre los dedos y mi corazón se expande al cargarse de tinta en su sístole, y deja que me relaje en su diástole. Su movimiento me prepara para compartir contigo lo que la emoción me susurra al oído, lo que me eriza la piel, y te cuento historias que mi alma guarda con mimo.
Sé hablar por escrito y traducir silencios.
He ahogado penas en suspiros y letras.
Ahora riego sueños y alegrías en vino blanco en el estío y en tinto cuando estoy a solas o cuando hace frío.
He decidido no ser cero a la izquierda, sino aportar algo de emoción a tus ratitos de lectura o hacerte compañía, a través de pensamientos compartidos y algo de calor con mis letras.
Soy adicta a la cafeína y la convierto en escritos cuando cae la noche o vienen las musas de visita. Vacío el cargador de emociones, esas que esperan ser liberadas, y entre la música que me nace del corazón, sonrisas de ilusión, lágrimas de tristeza, algo de melancolía, mis premios o mis balas se transforman por escrito en palabras.
He borrado el «ojalá» de mi vocabulario; es un aguafiestas, la espera inútil que te deja en el sillón y no liga con la acción.
El «así será» pasa a tomar su lugar y el «aquí está» cuando toque celebrar si lo he conseguido.
Y, si estás leyendo esto, es que eso ha ocurrido.
Gracias por leerme. Gracias por acompañarme en mi nuevo camino.
2 comentarios
Cada palabra, cada letra en el sitio correcto permite transmitir emociones sin distorsión. Excelente, Teba. FELICIDADES por esta iniciativa.
¡Muchísimas gracias! Me alegro de que llegue lo que quiero transmitir, y si es posible, ayudar a quien lo lea a ver que las emociones deben expresarse siempre. Gracias por tu comentario 🙂