¡Buenas!
En mi anterior entrada inicié este blog contando como se gestó la idea de «La melodía del abismo». En un primer momento, desarrollé una historia de fantasía épica que tenía un protagonista gay con el que podía sentirme identificado. Para escribir «Cielo y acero» desplegué un mundo muy sencillito: un único continente cuyo mapa hice a mano, algunos reinos con un sistema de gobierno sin demasiada originalidad, un enemigo en el este que apenas se mencionaba, y muy pocos personajes, de los cuales solo dos eran protagonistas. Pero, ¿qué ocurrió con esa novela?
¡Giro argumental!
Seguí escribiendo.
“Cielo y acero” era una novela corta que funcionaba más o menos bien, pero me gustó mucho la experiencia de narrar en ese mundo que había creado. Estaba todo el día perdido en Ilargia, en sus personajes, adaptando todo lo que veía en el mundo real a la tierra que yo había construido, imaginándome como evolucionarían esas psiques que habían salido de mí. Les había cogido cariño, así que continué.
Empecé una segunda parte, pues me parecía lo más lógico, pero pronto degeneró en algo más, así que paré y reconsideré lo que tenía. A mi primera aproximación a Ilargia le faltaba un componente épico, una mayor variedad de personajes, y un poco de acción. Por lo tanto, el siguiente paso fue levantar el andamiaje de una historia mucho más compleja, con más intriga y un abanico de personajes ampliado. El resultado de esto fue una novela de un tamaño considerable que titulé «Argentum».
Terminé el primer borrador de «Argentum» unos meses después de comenzar mi tesis, cuando aún no me había dado cuenta de que era muy difícil compaginar una carrera científica con un pasatiempo que exige tanto tiempo como es la escritura. Por ese motivo, esta obra estuvo en un cajón durante varios años.
TO BE CONTINUED