En la Europa de mitad del siglo XVI, España es la potencia dominante y mantiene varios frentes abiertos para defender su imperio. Por un lado, la Sublime Puerta y su inclinación por expandirse; por otro, los protestantes y sus reivindicaciones religiosas. Cómo no, también han de luchar los españoles contra la ambición por la hegemonía de su gran rival, Francia, la cual no duda en aliarse con los turcos, el gran enemigo de la cristiandad. Sus aliados no son muchos y son de poco fiar. La Iglesia, con el papa a la cabeza, intenta mediar en el conflicto y a la vez ampliar sus intereses.
En este tablero de ajedrez, donde está acorralado el emperador Carlos I y en el que intervienen las familias más influyentes de Italia, se dirime el futuro de Europa. Un reducido grupo de soldados de los tercios, con una lealtad absoluta, es requerido para defender los intereses de su emperador y de su país. No dudarán ni un momento en viajar desde el Levante hasta Milán para solucionar en un par de jugadas sus problemas haciendo… digamos que unos «trabajos» un tanto especiales.