Daniel nunca pudo imaginar que sus vacaciones en aquel pequeño pueblo supondrían el inicio de sus temores. Una mirada. Solo basta una mirada para que su percepción del entorno cambie por completo, llevándolo por derroteros funestos. Irene, una chica de ojos inquietantes, produce en su ánimo sensaciones adversas; sin embargo, toma la decisión de volver al pueblo, acompañado de su pareja, confiando en haber superado sus miedos irracionales. No sospecha ni por asomo que esas vacaciones no serán tan plácidas como esperaba, ni que despertará en una habitación desconocida sin tener idea de su propia identidad.