Una cama revuelta, la mitad de la ropa en el suelo, marcas más húmedas en los rincones… el sudor, las ganas… nunca imaginaron verse así, ni en sus fantasías más profundas llegaron a creer que irían tan lejos, tan profundo, tan intenso… Sonríen mientras se duchan y ven, desde la mampara, el desastre de habitación revuelta. Se miran cómplices:
– ¿Qué piensas? -pregunta él.
– Que deberíamos dejar esto un poco más recogido, sé lo que es la limpieza en hoteles y si ordenamos un poco, les ayudará a cumplir tiempos y terminar antes…-
– ¿En serio? -rompió a reír mientras se quitaba el jabón de la cabeza- ¡Madre mía, no dejas de sorprenderme!-
– ¿Por qué, tú en qué pensabas?-
– No pensaba -la mira a través de los chorros de agua-, recordaba, intentaba recordar, todo lo que habíamos hecho para llegar a dejar esto así.-
Ella sonríe tímida y enamorada. Él le levanta la barbilla sin dejar de verla a los ojos:
– Pero, estoy de acuerdo, antes de quitar el cartel de «no molesten», recogeremos todo un poco y nos iremos a desordenar alguna playa perdida -la besa suave en los labios y ella le devuelve cálido el sentir.