La historia no es un relato de individuos aislados. Es evidente que cada generación influye en la siguiente. Muchos han intentado encontrar el hilo conductor de esa continuidad y han elaborado filosofía de la historia, como es el caso de Compte, Marx o San Agustín en un sentido lineal, con comienzo y progreso. Incluso algunos pretenden un sentido circular, como el eterno retorno de Nietzsche.
No es fácil entender el tiempo y la eternidad. Dios, con su Providencia y libertad, guía la historia. En lo individual la libertad divina se combina con la humana, acercándose o alejándose. La acción es toda de Dios y toda del hombre. En lo colectivo ocurre algo similar. Dios decide algunas cosas fijas, que se cumplirán necesariamente: la encarnación del Verbo en Jesús, la redención, la parusia o final del tiempo, distinta del final de los tiempos y el juicio de los gentiles. Pero el resto de la historia es una combinación de la voluntad humana y la divina. Esto es la Teología de la Historia, que vamos a tratar en este libro.