En la trayectoria literaria de Ari Urbano muchas experiencias tatuaron en su cuerpo la atracción por la lectura. Aunque en un principio las letras bailaban en su mente por la magia de la dislexia, nunca fue un problema para enamorarse a edades tempranas de autores como William Shakespeare y más adelante de libros de Oscar Wilde que le marcaron, creando un imaginario más allá de su realidad. En un momento crucial de su vida descubrió a Elvira Sastre, que le volcó luz para sentirse acompañada en el camino.
Ari es creativa, pasional y dinámica, y su gran curiosidad le ha empujado a destilar creencias y liberarse de nudos emocionales que no le dejaban expresar. Un día cualquiera, respirando dolor, cogió un lápiz y la escritura la descubrió. Los poemas se convirtieron en sus aliados, que vaciaban enredos entre su corazón y su mente, cuyo canal le sirvió para desnudar y tocar su intimidad, deshojando historias ya marchitas. Si queréis encontrar más pedazos de ella, os reta a localizar uno de sus poemas en los pasos de cebra del proyecto Versos al Paso, que impulsó el Ayuntamiento de la Comunidad de Madrid, en el cual participó en el año 2018 y fue una de las tantas seleccionadas para decorar sus transitadas calles. Intervino en una bonita iniciativa de una editorial sevillana en días de confinamiento, y su relato sobre el COVID-19 fue uno de los elegidos para formar parte de un libro que se llamó Historias del confinamiento: 97 relatos, 97 días de confinamiento.
Ahora la vida de Ari se abre a la experiencia, a compartir, vibrar y evolucionar. La escritura se ha convertido en una compañera de viaje, una construcción que le evoca un nuevo lenguaje de sentir, ver y vivir desde el interior, para transmitirlo a quien quiera acogerlo y disfrutar de esta pasión.