Jesús Sanz es un tipo normal. Siempre lo fue. Un chaval al que le encanta escribir desde siempre. Como es un chico normal y le encanta escribir, una profesora le apuntó a un concurso de poesía cuando era pequeño, algo que a él le pareció un coñazo. Tenía ocho años. Escribió cuatro versos en dos minutos y se lo entregó a la seño Carmen. Ella le dijo que era una birria y preguntó que si aquello era todo lo que tenía para entregar. Eso hirió su orgullo (algo que sigue teniendo). Después de toda una tarde escribiendo, entregó la poesía, que ganó el primer premio de aquel concurso al que le apuntó aquella profesora. En ese momento sacó dos conclusiones: no volvería a escribir si no era él quien decidía hacerlo. La poesía está bien para ligar y para inventar mundos imaginarios, pero a él le gustaba escribir la vida de verdad, la realidad, y eso es todo lo que escribiría a partir de ese momento. Ahora Jesús Sanz es un ingeniero al que le gusta entrenar, comer y escribir. Escribe la vida de verdad vista a través de sus ojos. También escribe poesía, pero solo a veces y únicamente para inventar mundos imaginarios. Para ligar no; no le hace falta. Sigue siendo un tipo normal, pero algo ha cambiado: ya no quiere seguir siéndolo. Supongo que por lo del orgullo y tal. Y esto es un primer paso. Para dejar de ser normal, digo.