Jorge A. Freire nació en una sala de espera un lluvioso viernes 13 de 1968, de ese mes que empieza a colorear las hojas de los árboles, cuando el verano y el otoño se confunden y trocan sus cromos. Crepuscular por convicción, diseccionador de realidades ajenas, e incluso propias, por devoción y escritor por obligación contractual consigo mismo.
Autor de textos hasta ahora sin público por miedo al fracaso, como todo escritor que se precie o que se desprecie, que echa la culpa de todo a las crisis, las pandemias y los sufragios universales, porque el que hace lo que puede se supone que no está obligado a hacer más. Pero en el fondo sabe que es mentira, y actúa en consecuencia. Es decir, se sitúa en un punto cualquiera y escribe, que es lo único que sabe hacer sin sentirse un impostor.