Si hay algo que destaca en mí es una gran sensibilidad. Desde muy pequeña ansiaba con aprender a leer mientras devoraba sin entender cuentos con los ojos. Comencé como muchos niños a plasmar mis sentimientos y emociones en varios diarios, sin ser consciente de que que llegaría a ser, años más tarde, una forma de evadirme, de volar y de vivir.
En Lo que el corazón no puede callar mi corazón se desató y describió todo lo que no podía mantener él solo en silencio. Hablé con mis palabras más sentidas del dolor de una venenosa relación, la depresión que invadía mis días y conseguía alejarme de los estudios, y posteriormente, de mi recuperación, la vuelta de la alegría y el descubrimiento del verdadero amor, que me enseñó a amar a los demás y, lo que es más importante, a amarme a mí misma.
El poemario está dividido en tres partes, en las que se puede ver claramente la evolución de mis sentimientos y emociones, pasando por la desesperación, la frustración y la tristeza hasta llegar a un estado de tranquilidad. Ahora tengo dieciocho años, y aunque no sea capaz de creermelo aún, ya he cumplido uno de mis grandes sueños: publicar un libro. También continúo con mis estudios, pues, aunque me gustaría seguir desplazando delicadamente y con dulzura bolígrafos sobre hojas de papel, en un futuro me encantaría trabajar en el ámbito biosanitario.