Llegó esa hora que siempre he querido que llegue. Sé que es un tópico muy manido el de comparar la publicación del trabajo de cualquier artista, un libro en el caso de los escritores, con un embarazo y la llegada de un nuevo retoño; pero esta gestación, que ha durado dos años, por fin ha llegado a su fin y El Faro de Estela ya está a vuestra disposición. Aún siendo una obra menos extensa que Nombres de Mujer, mi opera prima, ha requerido mucho más esfuerzo para crearla y significa una apuesta más fuerte en cuanto a los recursos destinados a su publicación. Imaginad lo que supone para alguien acostumbrado a escribir relatos cortos crear una novela corta con las sensibles diferencias que existen entre un género y otro.
Crear los perfiles físicos y psicológicos de los personajes es un paso más que necesario y, sin embargo, me di cuenta, a mitad de la obra, de que no había desarrollado suficientemente a uno de los dos protagonistas. ¿Cómo corregir eso cuando ya tienes medio libro escrito? ¿Cómo hacerlo cuando no quieres modificar en exceso tanto texto que has creado? Fue una suerte saber parar y darme de bruces con otra lectura como fue El Caso Passion, de Miguel Ángel Rincón Peña. Su manera de intercalar varias tramas, dejando reposar unas para introducir y desarrollar otras me dio la clave. Terminé un capítulo, escribí otro que cambiaba el foco radicalmente de lugar y, con Jorge ya consolidado en su papel, pude continuar. Una nueva complicación de este embarazo se había superado.
Una vez creado el contenido, faltaba afinarlo y adecuar su continente. Nunca tendré suficientes palabras, gestos, reverencias… para agradecer a Patricia María Gallardo, Bianca Moody y Mel Gómez su labor como lectoras cero y correctoras ortotipográficas. Gracias a ellas, se pudieron corregir esos fallos de continuidad que a veces se pueden cometer, se pudo calibrar el potencial de la historia que quería contar y que un primer borrador pasase a ser un manuscrito en condiciones para enviar a la editorial. Además, una serie de casualidades me llevaron a conocer al ilustrador Saty Castro, de cuyo trabajo tenemos la cubierta de esta segunda obra. La conexión ha sido brutal: le pasé el relato del que nació este libro y él hizo algún boceto que otro, que me demostró que había captado la esencia de esta historia casi mejor que yo (por razones obvias, es mucho decir). El buen hacer de ExLibric es de sobra conocido y, contando con ello, lo que quedaba por delante era coser y cantar. Sol y moscas, como dicen los marinos ante los mares calmos y el clima favorable.
Ahora, querido público, lo que queda ya lo dije alguna vez: mi cabeza está inclinada junto con mi cuerpo, ofrecida en reverencia como es costumbre, mostrando respeto y esperando tu veredicto. Personalmente, creo que vas a ver un abismal salto de calidad y una salida de mi zona de confort en cuanto al estilo y la narrativa. Pero también ansío leer tus valoraciones y críticas. Eso es lo que me ayuda a crecer. Y por ello, además de desear que disfrutes de mi segunda obra, te doy las gracias.