En plena vorágine publicitaria de Nombres de mujer, exceptuando la anterior entrada de blog donde os contaba cómo están siendo las cosas un mes después de haber logrado este sueño, me había olvidado de darme también yo un poco a conocer. No sólo para que conozcáis al autor de Nombres de mujer, sino por mostrar también la faceta humana. No es la primera vez que algún amigo me pregunta si tengo tiempo «ahora que eres escritor…» para charlar con ellos. Parece que una actividad artística nos volviera menos humanos a ojos del resto de la gente. Pero nada más lejos de la realidad, sigo siendo el hijo del herrero aunque acabe de publicar un libro.
Nací en Cádiz, como todo aquel vecino de San Fernando cuyo padre no fuese militar en los 80. No obstante, desde mis primeros días de vida, he vivido y crecido en la antigua Isla de León. Estudié filología inglesa, aunque no pude terminar la carrera por cuestiones económicas: tras un mal año (el primero de la carrera) en que perdí el derecho a beca por los malos resultados, me puse a trabajar para pagarme los estudios… y tan agotado estaba que no había modo de estudiar. Así que preferí seguir trabajando y tratar de ir construyendo mi vida. Encadenando trabajos, viajé por media España y viví casi una década en Galicia, lugar que me dejó prendado y al que espero poder volver para quedarme. No obstante, llevo siempre mi San Fernando «más o menos natal» conmigo a donde quiera que voy.
Me gusta leer sobre Historia, aunque era una de esas asignaturas que se me daba regular en el instituto. Me gusta tocar la guitarra, cantar (aunque lo haga fatal), estar con mis amigos y familia (ya pasará la pandemia y arderá Troya)… Llegué al relato erótico por casualidad, aunque después de una intensa búsqueda de mi espacio literario, esa temática y ese estilo que me permitieran sentirme cómodo y seguro de poder darlo todo. Tras años escribiendo ese tipo de relatos para un grupo que tenía con varios amigos, decidí probar suerte en los Premios Pimienta de 2018 (aunque tomarían ese nombre el año siguiente), resultando ganador. Además, con la satisfacción de que los finalistas nos puntuábamos entre nosotros, en plan Eurovisión, de modo que mis propios compañeros y competidores (que no rivales) me dieron ese premio. Al año siguiente, el certamen creció y se presentaron más autores, con lo que se convirtió en una verdadera prueba de fuego para sopesar mis expectativas. Mi sorpresa, dada la calidad de los compañeros finalistas, fue volver a salir ganador con los puntos otorgados por mis compañeros. Ese día entendí que mis relatos tenían que ver la luz, que estaba listo para publicar un libro. Esto, unido a los ánimos y consejos de mi amigo y gran escritor Luis A. Beltrán, fue el impulso definitivo cuyo fruto, Nombres de mujer, está esperando a que lo leáis.
Espero que pronto la pandemia acabe y podamos vernos, presentando el libro, contestando a vuestras preguntas y midiendo in situ la aceptación de esta opera prima. Y si, de camino, todos juntos podemos seguir creciendo, la espera impuesta por el virus habrá merecido la pena. Un saludo, aunque sea de puño o de codo.