Hoy, al abrir los ojos, he visto despuntar mi sueño. Lo hace igual que el amanecer al alba; rompe el borde de mi piel y su brillo se transparenta debajo de mis uñas, detrás de mis párpados y entre mi cabello suelto sobre mi desnuda espalda. Está ahí, asomándose con cierta vehemencia, sin anunciar su llegada, convirtiendo así lo cotidiano en luz extraordinaria.
Hoy, al despertar, bailaba una centella en el techo de mi habitación. Se posaba en lo alto, se reflejaba por lo bajo y, en su delicada danza, dibujaba más de cien estelas titilar sobre las paredes blancas.
He decidido que la voy a perseguir correteando por las orillas de mi habitación, para que no se salga, para que no se pierda dejándose caer por la fachada y acabe rota, fundida y oscura, aplastada sobre el asfalto gris. Hoy es un día cualquiera en el que, como siempre, Morfeo juega y entreteje acertijos con mis circuitos, con mis cables rojos y azules, con aquellos que llevan la salvia de los corales, de los arrecifes repletos de la brillante y blanca luna.
Hoy, anoche, supe que llegabas entre las olas de mil fuegos naranjas, azules, turquesas que, se funden entre los abrazos compartidos mientras dormimos. También te reconozco en esas palabras que escribo durante la vigilia cuando al despertar sigo contigo. Porque el sueño no termina por las esquinas ni en las playas de arena. Tampoco en el horizonte dibujado con el trazo sencillo de un lápiz de carboncillo.
Hoy he tenido un sueño, me ha contado que tu amor sigue conmigo, que las mareas se mueven distinto entre las estrellas y, que el firmamento, son más que unas luces iluminando el universo.
2 comentarios
Precioso, María….. quiero más!
¡Gracias, Carmen! Te complaceré pronto. Un beso abrazado.