En la soledad de mi cuarto
me ensordece el silencio,
el mismo que alguna vez busqué
y ahora irremediablemente detesto.
Miro con gran desconsuelo
tu lado intacto del lecho,
la cama deshecha a medias,
mis ojos vidriosos que apuntan al techo.
Me pregunto si este terrible dolor se irá,
o si vivirá por siempre encarnado en mí.
Envuelta en la oscuridad sin respuesta,
intento en vano no pensar en ti.
Siento mi alma acongojada
desprenderse errante de mi cuerpo.
Atónita, desde lo alto me observo
sin entender si vivo o si he muerto.
Karina Colopera