Son cuatrocientas treinta y cuatro páginas que no te dejan indiferente. En las que el interés del lector va creciendo capítulo a capítulo con un final a veces intuido pero nunca esperado.
Dos historias inconexas vividas en épocas distintas, que a partir de un hecho casual, o no tan casual, van a conectarse.
Una trama en la que encontramos algunos de los ingredientes que hacen de vivir algo que merece la pena.
Amor. La energía que mueve el mundo, que nos envuelve hasta la muerte en la eterna lucha por ser queridos, por sentirnos amados, por significar algo para alguien. El amor es vida y sus contrarios la falta de ella.
Dolor. El que se siente en lo más profundo, el de la desesperanza, la pérdida, el abandono. El que retuerce el alma, el que no cura ninguna medicina salvo la distancia y quizá el tiempo. Pero también el dolor lacerante, el que te retuerce por dentro al ver llorar a los tuyos de hambre y de necesidad, sabiendo que no puedes hacer nada.
Valor. Del que hay que tener para afrontar la vida y seguir adelante cuando todo te es adverso y ya no puedes más, y te ves obligado a huir constantemente. El valor que hace falta para no dejarse abatir en los momentos en los se han hundido los pilares de tu vida y esta pierde todo su sentido.
Mañana seguimos.