¡De modo que…!
El crucero que nos deja a la otra orilla de la juventud nos traslada a la vejez, esa ya es la eterna juventud. Tras la jubilación ya el tiempo es imparable y ni siquiera tenemos memoria para quejarnos. Solo decir que nuestra pensión es pequeña y, por si fuera poco, todo el mundo quiere tirar de los pensionistas. Hay que salir con el IMSERSO para dar trabajo a muchos. Al igual que hacer de niñeras con los nietos del alma, ya que lo hacemos con gusto, pero también por obligación, pues los padres de los niños tienen que trabajar y no quieren pagar a quienes los cuiden; y otros porque no les llega el dinero. En los padres separados, las más listas son las mamis, que despluman con ayuda de las abogadas feministas a los papis y el que se resigna a perderlo todo es al que le tocó bailar con la más fea. Los más listos se defienden como pueden.
Así, nos hacemos viejos e invisibles.
… Y cuando llegue el final, sonara la n.º 21 de Mozart, Andante.
Ahora que se va la vida
quiero escribir al amor
como si la vida fuera
prisionera del dolor.
Pero el amor no se escribe
solo se puede vivir
mientras que la vida pasa
sin poderlo conseguir.
… Y seguimos esperando
mientras llega la vejez
ahora que se va la vida
y no lo podemos ver.
Ofrenda
Si tú te vas primero yo te seguiré, aunque llegue tarde, en la noche oscura la salida encontraré. La puerta de entrada sola se abrirá; seguiré buscando, te quiero encontrar. Tengo que decirte que te quise amar, mas no fue posible poderte encontrar. Pregunté al destino si te vio pasar, pero no responde o no quiso hablar. Tragando palabras, ardientes de amor, en mi pensamiento tu nombre quedó. Maldito el destino que el tiempo borró, penas en el alma que temblando quedan como nubes negras; mezclaron tinieblas en mi desazón y en mi mente loca rompiendo los ríos de mi corazón.
Tiempos ya olvidados quedaron atrás…, pensando, pensando poderte encontrar. Y por si en un rincón del alma guardamos los recuerdos, los que vivimos y los que se quedaron por vivir. Solo los dos sabremos su paradero y su existir. Los deseos y nostalgias y ansiedades. Las penas que lloramos, los anhelos que perdimos y los abrazos que, prohibidos por la vida, se quedaron olvidados.
Y mientras una última lágrima de amor resbala por la cara fantasmal de los enamorados, la música se despide a modo de… SILENCIO.
Silence, de Beethoven.
Que dejara la paz a la luz que ocultó la oscuridad y callara la voz cuando enmudece el silencio.
Hortensi Alcalá García