¡De modo que…!
El crucero que nos deja a la otra orilla de la juventud nos traslada a la vejez, o eterna juventud. Tras la jubilación, el tiempo es imparable y ni siquiera tenemos memoria para quejarnos.
Así, nos hacemos viejos e invisibles.
… Y cuando llegue el final, sonará la n.º 21 de Mozart, Andante.
Ahora que se va la vida
quiero escribir al amor
como si la vida fuera
prisionera del dolor.
Pero el amor no se escribe
solo se puede vivir
mientras que la vida pasa
sin poderlo conseguir.
… Y seguimos esperando
mientras llega la vejez
ahora que se va la vida
y no lo podemos ver.
Ofrenda
Si tú te vas antes, yo te seguiré, aunque llegue tarde en la noche oscura la salida encontraré. La puerta de entrada sola se abrirá; seguiré buscando – que te quiero hablar. Tengo que decirte que te quise amar, mas no fue posible poderte encontrar. Pregunté al destino si te vio pasar, pero no respondió o no quiso hablar. Tragando palabras, ardientes de amor, en mi pensamiento tu nombre quedó. Maldito el destino que el tiempo borró, penas en el alma que temblando quedan como nubes negras mezclaron tinieblas en mi desazón, y mi mente loca sorbiendo los ríos de tu corazón.
Tiempos ya olvidados quedaron atrás…, pensando – pensando poderte encontrar. Y por si en un rincón del alma guardamos los recuerdos, los que vivimos y los que quedaron por vivir. Solo los dos sabremos de su existencia y devenir. Los deseos, nostalgias, ansiedades y penas que lloramos, los anhelos que perdimos y los abrazos que, prohibidos por la vida, se quedaron.
Y mientras una última lágrima de amor resbala por el rostro fantasmal de los enamorados, la música cesa… solo se oye el SILENCIO.
Silence, de Beethoven.
Que dejara paz a la luz que ocultó la oscuridad, y callará la voz que oculta la verdad: SILENCIO
Hortensi Alcalá García
Cheña