Cuando los eternos instantes
que preceden el abrazo
de los helados besos decadentes
que me arrastran al ansiado vacío;
añoro con infantil desespero,
las brisas nunca ocurridas
que acaricien los dorados pastizales,
lejos, muy lejos de los quebradizos males.
La ignota enredadera plena de cavidades,
devora inmisericorde las ocultas mentiras
de los dioses a los hombres
que mendigan imposibles ensueños vacuos,
postrados ante los falsos altares,
que veneran las Isis desveladas,
y alimentan mis urgencias satisfechas,
la bicéfala reptante Anfisbena.