Ayer fui a buscarte al parque de nuestro primer beso. Había cambiado.
Sus maravillosos jardines estaban sin flores.
También, de nombre: PARQUE DEL OLVIDO, decía el letrero.
Salí con rapidez, como persiguiendo algo que anhelas y no alcanzas. Ansiaba despedir el año junto a ti. Recuperarte.
Entonces te vi y te hice una señal.
—¿Cómo es posible que no se dé cuenta?.
Alcé la mirada y…, lo entendí. Te encontrabas en la calle Indiferencia.
Cabizbajo, continué caminando lentamente. Mis manos en los bolsillos. En uno, la llave de mi apartamento. Quería que fuera de nuevo tuya. En la otra, mi móvil, bien sujeto para notar su vibración, tu llamada.
Desolado, seguí caminando.
—Oiga, amigo, ¿sabe usted dónde estamos?.
—Si, claro. Esta es la Avenida de Los Sueños Rotos y allí al fondo, se encuentra un hermoso lago. Cuentan que quien mira al lago acaba encontrando a la persona que ama.
Me di la vuelta, una fina lluvia empapaba mi rostro. Abrí los ojos. Desprendían lágrimas que, sin cesar, desembocaban en la almohada de una cama sin ti.