Nos creemos poseedores del tiempo, creyendo, en nuestra soberbia, que lo poseemos, guardándolo en una máquina insignificante contra la eternidad que implica… En el fondo, nos creemos gigantes cuando somos más pequeños que una mota de polvo. Y, ante el tiempo, somos nada, simplemente Nada… Aún así, celebramos cumpleaños y aniversarios… como si transcurrir años y sobrevivir fuese toda una proeza. Sobrevivir, ¿será eso, «sobrevivir»? ¿Celebramos nuestra lucha perdida contra la muerte cuando celebramos el paso del tiempo y nos vemos aún aquí, estoicos, imparables, maquillados de felicidad?… Sí, puede que sea eso… Entonces, de pronto, de pronto la vida cambia en un segundo, en apenas un instante. No es necesario más. Un suspiro, el robo de una milésima de aliento… y ya no queda nada que celebrar…