En muchas ocasiones se ha hablado del ejercicio de la escritura como un método terapéutico para liberar los pensamientos más ocultos de uno mismo. A lo largo de la historia de la literatura, grandes nombres lo han defendido por encima de todas las cosas: Carmen Martín Gaite, Julio Cortázar, Sylvia Plath, Luis Cernuda… y la lista sería inmensa. Así que debe haber algo de cierto en ello.
En realidad, almacenamos todo lo que nos pasa en diferentes cajas que acabamos repartiendo por todo nuestro cuerpo. Cuando una de ellas se abre, es imposible no sentir un cosquilleo que nos acabe recorriendo de pies a cabeza. Hay quien prefiere volverlas a cerrar y dejarlas como están. Pero otros recogen todo lo de dentro y lo trasladan al papel intentando encontrar la palabra que se acerque a lo de dentro. Eso es fundamental: uno se puede acabar ahogando con tanto encierro.