Y un día, me enamoré de Cádiz. Así, sin más, sin previo aviso. Fue amor a primera vista. Un paseo por la ciudad que embriagó mis pensamientos para siempre. Y los versos dedicados a mi tacita (como llaman a esta ciudad) empezaron a brotar en mi interior. Los fui guardando con cariño, sin tener muy claro entonces que iba a hacer con ellos.
Luego llegó el carnaval. Y la poesía hecha coplas estalló en mi cara para demostrarme que nacía y renacía, una y otra vez, en las tablas del templo de los ladrillos ‘coloraos’ (como llaman al Gran Teatro Falla) al abrigo de infinitas voces y al compás de palmas eternas cuando llegaba Febrero. También brotaron de mi interior mis propias coplas, hechas poemas, porque yo nunca supe cantarle a Cádiz.
Guardados en un cajón permanecieron durante años, siempre presentes en mí pero quizás nunca con el valor suficiente como para ver la luz. Pero le debía algo, le debía algo a Cádiz y, tarde o temprano, se lo iba a dar. Y el momento llegó, como todo, casi sin esperarlo…
Un día me tope con Exlibric y empecé a dibujar en mi mente Eterno febrero. Todo lo demás vino poco a poco, despacio, sin prisa, pero sin pausa. Y ahora, las noches de echarte de menos, los versos entre sonrisas de nostalgia, las ganas de ti que nunca se marchan, tu olor a sal impregnado en mis adentros, la libertad de tus calles, el azul de tu cielo, los versos de tus poetas, las coplas de tus gargantas…todo, como en un mágico baile con el tiempo que renace una tarde cualquiera, se han fundido en este libro que acaba de ver la luz y que me complace enormemente poder compartir con todos vosotros. Hoy se hace realidad un sueño, poder devolverle a Cádiz y al carnaval parte de que lo que me han dado (devolvérselo todo sería imposible) en forma de libro. Recién nacido, con miedo y desnudo ante el mundo os lo entrego. Tratármelo con cariño, pues es un trozo importante de mi vida. Espero, de corazón, que os guste, y que lo disfrutéis tanto como yo lo he disfrutado.