J.P.J.(Scotta)
La verdad es que no me lo esperaba. Creía, hasta el sábado pasado, que Campillos había alcanzado un culmen cultural bastante apreciable, abanderado sobre todo por la música, con los certámenes y concursos de bandas, con el Concurso Internacional de Piano de Campillos, con el Guarrok que sale ya solo y rozando la perfección, con el Amalgama casi consolidado (no me atrevo a decir consolidado por el poquísimo tiempo que lleva), con la Noche en Blanco cada vez más espectacular, con la noche flamenca de la víspera de la Feria que como festival flamenco ha pasado a ser de primer orden en el mundo del flamenco, con los conciertos que se improvisan por alguna causa social o sanitaria y no hay que olvidar, para acabar de ilustrar el panorama cultural que se está creando en Campillos: los tres concursos de fotografía uno de ellos homenajeando a Pedro Martín Llamas (Pedro el fotógrafo), el de teatro con su semana en verano homenajeando a Isidro Carbonero, el concurso Cortema-Paco Rabal de cortometrajes que lleva ya unos cuantos años llenando los salones en los que se celebran, los concursos de literatura que homenajean a El Cura Campos y a Javier Espinosa… Y seguro que se me escapa algo, porque la cultura en Campillos sigue subiendo y comienza a ser lo que debe de ser, el motor del pueblo, lo que alimente a la gente de sabiduría, porque la sabiduría es libertad y mientras más sabia es la gente de un pueblo más libre es el pueblo y menos se le puede manipular.
Creí que ya andaríamos poco o subiríamos poco en el ambiente cultural, pero este festival de folclores del mundo que ha venido a cerrar la I Semana Intercultural de Campillos, para mi ha supuesto la guinda de este año. Personalmente he gozado y he disfrutado como hacía ya tiempo que no me sucedía, porque me he enriquecido culturalmente como nunca, porque se que también han bebido de mí, porque el ambiente era tan fraternal, tan gratificador, se respiraba tanta ternura en el ambiente que no puedo más que agradecer a tod@s l@s organizador@s y a tod@s l@s participantes que me hayan hecho tan feliz por una noche. Ese sonido del sitar que me metía tironazos en el pecho por mi poca, pero desarrollada sangre gitana; esos bailes campilleros que me sacaron las lágrimas a la calle, porque, como Campillero de amor y odio, me removía la parte ancestral de mis entrañas, esos andinos de Sikuspacha que llegaron a bajarse del escenario para mezclarse con la gente tocando y danzando por todo el Parque Viejo y con Carrasquito tocándole la tambora, esas hermanas Herrera, con esa entrega y con esa profesionalidad, sabiendo cuando se pincha el último barril, esos puestos de manjares de delicias culinarias que se agotaron antes que a la Torre de Campillos le diera tiempo a sorprenderse, esa radio (la EMA), con esa Isabel en su salsa, en su apogeo, florecida; con esas entrevistas entrañables, con esa Violeta, dulce como una ciruela, morada claro; ese amigo Lalo, que durante la noche se me proclamó hermano… ¡Qué noche más maravillosa!
Quizás sea la edad, pero quizás no tuvo eso nada que ver. Quizás influyó el reencuentro con personas de otros países o quizás fue la suerte de conocer a nuevas amistades o a personas que ya conocía pero conocerlas en un ambiente tan cercano, influyó.Ha sido una auténtica fiesta del pueblo, por el lugar donde se hizo que acompañó en todo momento y en toda su amplitud o, mejor dicho: una fiesta de pueblos. Campillos se comportó como un pueblo verdaderamente andaluz e hizo honor a esa frase que culmina nuestro himno y que gloriosamente dice: “Sea por Andalucía libre, los Pueblos y la Humanidad”.