Boas, mozas e raparigos!
Seguimos con este paseo por la historia de La melodía del abismo, que comenzó con Cielo y acero, que engendró a Argentum, una novela que permaneció en un cajón durante años. Pero algo ocurrió al margen de la voluntad de la novela (codazo, codazo, guiño, guiño): Diego (AKA Yo) estaba a punto de terminar su tesis. Ambelivabol.
No sé si alguien se ha enfrentado a una tesis en España, pero el proceso, muy resumido (o no tanto) es el siguiente: terminar la carrera para tropezar y caer en un doctorado; repetir «mierda, mierda, ¿dónde cojones me he metido?»; conseguir beca/contrato, y respirar otra vez; comprar la novela gráfica «Maldita tesis», y reírte de tus desgracias; ver que te quedan pocos meses de contrato, enviar papeleo con foto sexy adjunta para optar a la siguiente beca, y rezar al todopoderoso ateísmo; comprar unas buenas rodilleras (porsiaca); depositar tesis y soltar tanto lastre que dejas de ser Quasimodo; defender tesis y beber, beber hasta que una valkiria te pregunta si te vas con ella al Valhalla («¿batalla? ¿no sé de qué batalla me habla uste’?»); pensar que el postdoc será mejor; pegarte un planchazo con la realidad (Welcome to the jungle); buscar plaza en Siberia (la internacionalización es muy importante), y terminar en Cartagena. Not bad.
Poco antes de terminar la tesis tuve unos meses un poco más relajados, así que desempolvé mi Argentum, la corregí y la subí a varias plataformas. En una de ellas (Megustaescribir, creo) me dio la opción, marcando una casilla, de participar en un concurso.
Pos vale.
Unos meses después, cuando me había olvidado del concurso, me llaman del Casino de Monóvar, y yo pienso «¿A qué voy a tener que buscar a algún conocido a un casino que ni sé dónde está?», y voy haciendo lista de posibles ludópatas. En mi mente empieza a sonar «Pobre jugador», de Los suaves.
Nada más lejos. Mi obra Argentum ha quedado finalista. Muerto me he quedao. Esto va pal currículo.
TO BE CONTINUED