Este mini relato lo escribí antes de la pandemia. Espero tanto que un día no muy lejano, podamos volver a tener toda esa socialización espontánea y desorganizada que una vez teníamos.
LA VERDADERA RIQUEZA
Hace unos días, estaba almorzando en un muy humilde restaurantito indiano, al que suelo ir en el momento de la pausa cuando estoy trabajando y todavía no cobré (ese momento crítico a fin de mes…).
Es un lugar realmente particular, chiquito, con tres mesas altas con taburetes.
Soy siempre la única mujer, casi todos son humildes hombres trabajadores. No sé bien por qué pero me gusta ese lugar.
Te dan ese enorme plato de arroz con ese sabor tan particular de condimentos indianos, que cuesta solo 3 euros y te lo traen a la mesa con la cuchara ya metida en el gran plato hondo y una servilletita de papel. Incluye también el agua.
Como decía, estaba allí, mirando a un chico que comía enfrente mío, el mismo plato de arroz y con las mismas ganas. Se notaba muy humilde, parecía triste o muy cansado, no lo sé. (Yo también estaba muy cansada ese día).
Me puse a dialogar conmigo misma (suelo tener largas charlas conmigo en las cuales no siempre salgo bien parada.) y me planteaba lo siguiente: ¿si realmente existen las clases sociales, a cuál pertenezco? Ese chico parecía más pobre que yo, más desafortunado que yo, sin embargo compartíamos en ese momento misma hambre y mismo poder adquisitivo.
Partiendo de la base en la que presupuse que ese chico era pobre por el simple hecho de que estaba comiendo en ese lugar y por su expresión de agotamiento, entonces yo, ¿Soy pobre también? A lo mejor soy un poco menos pobre ¿no? tal vez él va a ese lugar todos los días y yo solo voy a fin de mes con las últimas monedas antes de volver a cobrar.
Seguía filosofando en esa especie de diálogo conmigo o más bien monólogo, mientras entrecruzaba una mirada y una leve sonrisa con el chico y me decía a mí misma: «Pero entonces hay varias categorías entre los pobres, porque si él es más pobre que yo, entonces aquel que ni siquiera puede permitirse un plato de arroz de 3 euros, es más pobre que él, y yo sería la menos pobre de los tres hipotéticos personajes. Aunque también soy pobre porque no puedo ir a almorzar en la pausa a otros restaurantes a los que van mis compañeros de trabajo»
Volví a preguntarme cosas como si seré por siempre la famosa clase media o si llegará el día en que no deba preocuparme más por la plata, etc etc.
Salí de allí con mi barriguita llena, mi bolsillo feliz y sin ninguna de esas respuestas.
Dejé escapar mis pensamientos y seguí trabajando.
Días después fue mi cumpleaños y desde la mañana temprano comencé a recibir llamados de felicitación, por la noche cené con mi pareja y mis hijas y me divertí muchísimo, recibí varios regalos que no me esperaba, mis compañeros de trabajo también se acordaron y me saludaron.
Entonces obtuve mi respuesta: ¡YO SOY RICA! Estaba enfocando mal mi pregunta: No se trata de dinero sino de amor, familia, afecto, respeto, amistad.
Yo soy rica!! Y tal vez ese chico también lo es!…