El cielo estaba despejado, azul, limpio sin una sola nube mínima jugando en él. La pareja tirada sobre la hierba, con las cabezas pegadas, miraba hacia su eternidad.
– ¿Seguro que son cinco tiempos, Uxi? -preguntó Juan después de darle un par de vueltas.
– Pues, sí, seguro, ¿por qué lo dices?-
– Porque si lo piensas bien, podríamos hablar hasta de siete tiempos.-
Frunció el ceño tratando de imaginar esos siete tiempos… siete, siete, siete… Entonces, abrió los ojos al verse tan tonta de no haberlo contemplado antes, ¡claro que siete, cómo no se dio cuenta de ello! ¡Siete, siete tiempos!