– Recuerdo perfectamente cuando te compré aquel libro. Estaba en Alemania, era una de las librerías más antiguas que existían, pero para nada pequeña y acogedora como podrías imaginar. A medida que pasaba el tiempo, la iban ampliando y era fácil perderse en ella. Había tanta gente que me fui moviendo hacia el fondo, donde encontré ese libro sobre flores. Su decoración antigua y sus imágenes me parecieron increíbles, así como el tipo de letra elegido. En la familia, la pasión por las plantas la llevabais desde la bisabuela, así que le pregunté a uno de los que atendía allí sobre él. Necesitaba saber si, además de datos básicos, había algo por lo que valiera la pena. Me dijo que era el alma de las flores, que no había otro libro igual. Y arriesgué.
– Con aquel libro se despertó, vibrante, una parte de mi esencia más íntima y antigua. No me resultó difícil entender sus significados. Por eso, empecé a acercarme a las flores de una forma diferente, sin necesidad de explicar nada… Y así, la rosa blanca pasó a ser la pureza del alma y la lavanda, la flor de los ángeles.
(Hacia el Invierno, fragmentos ocultos).