En mi casa siempre he vivido rodeada de libros porque a mi padre le encantaba leer y, al ser la hija más pequeña, observaba como mis hermanos se pasaban las horas muertas delante de ellos. Eso despertaba mi curiosidad y les decía con insistencia que me leyesen su interior. Siempre me respondían lo mismo; «es para mayores, tú tienes tus cuentos de cartón» .
Cuando se acercaban las vacaciones, regresaba a casa mi hermano mayor, Francisco, que estudiaba en Zaragoza, al que llamaba cariñosamente “Nono” me traía juguetes y cuentos de la ciudad. Disfrutaba con su tacto y escuchando a mi padre cuando me los leía. ¡Eran mi tesoro!
Recuerdo mi primera experiencia en una biblioteca como una fotografía grabada en mi mente. Contaba con apenas cuatro o cinco años cuando acompañaba a mi hermana María Teresa, mi querida Mari, a una biblioteca ambulante ya que en el pueblo donde me he criado, Cuevas de San Marcos, todavía no existía la biblioteca pública y solía venir un microbús que aparcaba en la plaza principal. Se accedía a través de varios escalones. Dentro estaban colocadas muchas estanterías con libros, algunas banquetas y mesitas. Un señor muy agradable con una especie de mostrador realizaba préstamos de libros.
Mientras que mi hermana realizaba el préstamo, yo me sentaba en la banqueta y ojeaba los cuentos infantiles de cartón, todavía no leía bien pero fantaseaba con los dibujos. De regreso a casa, le narraba a mi hermana el cuento que más me había gustado, inventándome el contenido. Rememoro con añoranza como se reía y me abrazaba.
Más tarde, cuando ya leía perfectamente y el pueblo contaba con una biblioteca en el edificio consistorial, la bibliotecaria, una chica joven, muy guapa, afable y eficiente, nos explicó a mis amigas y a mi cómo poder hacer uso de ella, para poder leer y realizar trabajos así como la ubicación y clasificación de los libros por estanterías y la importancia de sacarse un carnet para poder llevarse uno a casa, respetando la fecha límite que marcaba en su interior para realizar la devolución.
Al hablaros de estas experiencias, una reminiscencia está atravesando mi mente, ya que también solía comentar y hacer críticas de las novelas y relatos con mi amigo de la infancia, Andrés. Cuando finalizábamos los deberes del cole y merendábamos juntos, incluso a veces me regalaba uno y me decía: «para que siempre te acuerdes de mí».
CARMEN MENJIBAR