Mis novelas El perro viaja conmigo y Un lugar en el caos presentan fuertes llamadas al sentimiento de nostalgia.
En El perro viaja conmigo, (ExLibric, 2024) al final del cuento escribo: “Viajar es atravesar lugares que se imprimen en la mente y están allí siempre rápidos para salir cuando vuelves a llamarlos o cuando otros lugares los llaman porque son parecidos. Pero si viajas junto a tu mascota, los paisajes se enriquecen de la presencia suya y el recuerdo tiene dentro sus rasgos de amistad y de vitalidad.” Por tanto un aspecto del sentimiento nostálgico es vinculado al recuerdo de los viajes y a la belleza de los paisajes recorridos y de la naturaleza encantadora. Sobre todo son los viajes caracterizados por la presencia de quien te hace feliz, una o más personas (que tal vez no frecuentas más) o bien un perro, con quien eres muy cercano y con quien vives todas tus experiencias más significativas. Y por la presencia de la mascota escribo al final: “No hay sitio sin perro, porque su presencia es el marco de los recuerdos, de aquellos que se guardan en el corazón como testimonio de la verdadera amistad.”
La novela El perro viaja conmigo, por tanto, es el cuento de los viajes con mascota. El motivo inspirador de la obra fue el de narrar los obstáculos que encontré continuamente durante mi peregrinar para llegar al archipiélago canario por vacaciones en particular durante los meses de la pandemia. Más allá, pero, estaba la inspiración literaria favorecida por el sentimiento nostálgico que siempre acompaña el regreso de un viaje.
La palabra nostalgia, en efecto, según su etimología, recuerda el regreso: en lengua griega nóstos es el regreso y álgos es el dolor. El retorno no es sólo una condición física de volver en lugares que llevamos dentro, sino un volver abstracto con el cerebro y el corazón a todas las emociones que se experimentaron en un pasado cercano o lejano. Es esta enorme masa de sentimientos vividos que literalmente nos hacen naufragar en una deriva nostálgica.
Cuando empecé a escribir la novela El perro viaja conmigo, pronto me di cuenta de que a medida que reconstruía a poco a poco mi historia con el perro, me acompañaba un fuerte sentimiento de nostalgia, que afortunadamente la escritura aliviaba. Es mejor decir: fue como se estuviera viviendo de nuevo aquel pasado, y el sentimiento nostálgico era savia para mi creación literaria. “De madrugada, mientras mi mujer aún dormía, el perro y yo andábamos por senderos cerca del océano y mirábamos el nacimiento del sol en el horizonte marino. Mi perro estaba feliz, porque podía ir libre, sin correa, alejarse siguiendo sus olores, señales químicas detectables directamente por el gusto” (pág. 35). En estas líneas de la novela hay mucha intensidad nostálgica, que no sólo sentí cuando las escribí sino que se renueva cada vez las leo.
Al fin y al cabo la nostalgia es el intento de no malgastar el pasado, lo que has vivido con pasión y placer, pero es también la percepción de cómo el tiempo corre rápido y cómo nuestra vida sea efímera, sobre todo cuando la experiencia ya está detrás de nosotros. La nostalgia es un esfuerzo melancólico para revivir una fracción de vida que ya se ha ido y se ha perdido. Ella actúa una recuperación de emociones, pero sin lo concreto de la realidad.
En la segunda novela Un lugar en el caos (ExLibric, 2024) hay nostalgia no sólo en muchas páginas en manera explícita cuando el protagonista presenta la vejez como la fuente inexorable de añoranza por lo que ha sido la vida atrás, sino en toda la estructura narrativa de la novela porque la se fundamenta sobre un sentimiento nostálgico, siendo el psicoanálisis por sí mismo un recorrido de nostalgia de la psique del paciente, solicitada por el analista. Dice el protagonista de la novela al empiece del cuento: “De vez en cuando me parece recordar cuando fui concebido y nadaba en líquido amniótico. Probaba la suavidad de mi madre. Recuerdo que fue un tiempo largo, me gustaba dormir y moverme nadando en el líquido. Me gustaba también guardar silencio. Creía que aquel sería siempre mi mundo. No imaginaba que en cierto momento tendría que salir” (pág. 16). Esta es por supuesto una declaración paradójica, surrealista, una reconstrucción imposible del pasado más atrás del que no puede haberse el recuerdo, que sin embargo se guarda en el corazón como un momento único irrepetible de la vida, y de que no se puede decir nada sino el sentido de una fuerte emoción que hace añorar una edad del oro. Es la nostalgia por la madre, por la que, cuando la se pierde, queda un vacío inenarrable. No hay palabras para el consuelo. Y a menudo te encuentras a solas en hablar con una madre que no existe, por lo que te hundes en deriva nostálgica, así descrita por el paciente en el psicoanálisis doméstico de Un lugar en el caos. “Tal vez son sensaciones indescifrables, rodeadas de profunda melancolía y nostalgia. Pienso en instantes de mi infancia o lugares de viajes que fueron muy importantes para mí. Es un verdadero naufragio sentimental. A menudo recuerdo con añoranza momentos intensos con personas muy queridas, por quienes siento el desgarro de su ausencia y la urgente necesidad de volver a un pasado que ya no existe” (pág.111).
Nostalgia entonces es necesitad de estar en otro lugar diferente al que estás. A veces son más lugares los que quisiera ocupar en el mismo momento. Nostalgia es el desasosiego del que habla el escritor portugués Fernando Pessoa: no encontrar nunca plenitud y dirigirse siempre con imaginación, recuerdo, emociones a otra parte. Nostalgia es una condición humana permanente, es la perenne insatisfacción que caracteriza nuestra existencia que parece siempre muy estrecha. Lo que empuja al protagonista de la novela a concluir su cuento sobre el psicoanálisis doméstico con el gran deseo de regresar al útero materno: “Un entorno de silencio y de dulce vulnerabilidad, el aire fresco del amanecer, alguna estrella dispersa aquí y allá en el cielo negro y el antiguo sabor de un café hecho con amor me empujarán al lugar de donde nunca quise irme.”
Al fin y a cabo nostalgia es el deseo y necesitad de buscar un lugar en el caos de nuestras vidas sin encontrarlo nunca, porque siempre nuestros pensamientos van a otros lugares sin fin.
Fuente inagotable de nostalgia para mí hoy en día es mi niñez y mi juventud. Son las primeras experiencias de conocimiento de los aspectos más sugestivos de la vida. Son los primeros días de emoción en las aulas de la enseñanza primaria y de la secundaria. Son las caras de profesores y profesoras, caras severas o sonrientes, con clases sorprendentes, con inmersión en el saber que me hizo descubrir la inmensidad del conocimiento y su riqueza para la joven y inexperta mente. Fue un mundo desconocido que se abrió ante mi ojos curiosos, y la percepción fue la de un poder y dominio en la vida que tenía delante. Las disciplinas de estudio me llamaban. Los idiomas antiguos, el latín y el griego, me galvanizaban, a pesar de las dificultades por su aprendizaje. Además ¿qué decir de las caras de compañeros sentados a mi lado en el escritorio de las aulas o las de muchachas cariñosas por primer amor?
Cada apertura inicial a la vida se queda imprimida en mi cerebro, no hay olvido, es una ola impetuosa de sensaciones, como las de los primeros placeres sexuales. Son emociones únicas y sorprendentes, que quisiera aún probar, lo que es imposible y para lo que sólo la nostalgia puede ser un alivio.
Me pregunto: ¿de una vez en cuál archivo podría conservar este montón de informaciones que enriquecieron mi vida sensible, destinada a disiparse?