Está viviendo el pueblo ucraniano momentos muy difíciles. Vemos cada día, en los medios informativos, testimonios desgarradores del sufrimiento de personas que a gritos piden ayuda para que pare el fuego y la agresión contra sus libertades por parte de los dirigentes rusos. Testimonios estremecedores, de padres que tienen que dejar a su familia para defender su tierra, sus valores; o mujeres que no quieren abandonar a sus maridos y sus hijos postulándose por la identidad de un pueblo. Y mientras, Europa y el mundo mira desde el balcón de su frontera, como una jauría de malhechores, con toda impunidad, destruye los sueños de libertad de miles y miles de personas.
¿Cuántos muertos, cuanta sangre tiene que ser derramada para prestarles ayuda? Tenderles la mano es lo mínimo que debemos hacer. Sin embargo, las circunstancias reclaman más ayuda, tenemos que dar un paso más, nos necesitan, tenemos que estar allí con ellos; sí, estar allí con ellos. Me pregunto si estamos, sobre todo los europeos a la altura de las circunstancias; creo que no. No digamos de la ONU, que está muda, rompiendo una vez más los principios de su fundación. Me avergüenzo de ellos y también de muchos medios de comunicación y organizaciones que giran la cabeza cuanto menos o hablan del conflicto con la boca pequeña; en voz baja.
Pero quiero hacer una pequeña reflexión, a la persona que ha llegado hasta aquí, leyendo este breve comentario. Pensad que lo que está ocurriendo nos ocurriese a nosotros, a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros familiares y amigos y, gritásemos pidiendo ayuda a la comunidad internacional, ha ese mundo libre que defiende los derechos de las personas, de las libertades y los principios democráticos. ¿Qué pensaríamos? ¿Actuaríamos de igual forma? Quizá nos derrumbaríamos en la impotencia de no recibir la ayuda reclamada.
Por eso quiero dar todo mi apoyo, verbal y simbólico al pueblo ucraniano, que hoy hace seis días que está en guerra contra el invasor, y darles las gracias por su ejemplo, por su entrega en la defensa de sus valores, por la lección que nos están dando. Desde hoy, hasta que recuperen su libertad cambio mi página de Facebook con la foto de su bandera. Y al pueblo ucraniano que, quizá mañana, ya esté sometido y ultrajado, le pido perdón.
¡Ah!, espero que cuando pase el tiempo, los analistas, periodistas y educadores, es decir la comunidad de la información, cuenten con verdad los hechos sucedidos.
Pedro J. Sáez