Una timidez congénita hacía que de pequeño padeciera lo que los actores denominan miedo escénico. O sea, que lo de hablar en público, no era para mí. Por lo que mil veces prefería escribir.
Posteriormente, la edad y los años de informar en los foros han eliminado esa mengua. Pero me sigue gustando escribir sin que, a lo que parece, se me de mal del todo.
Mi «debut» ante un público fue estando en el colegio, donde participé en un concurso de redacción que por aquel entonces patrocinaba Coca-Cola. Quedé el tercero de Málaga. Cursos después, los padres jesuitas me nombraron director de la revista del alumnado, Nuestra Piel.
Ya en el mundillo, comencé con los artículos ─ que simultaneaba con charlas, conferencias, mesas redondas, etc.─ casi todos en publicaciones cinegéticas y alrededor de otro tema que de siempre me ha apasionado: los perros, especialmente los podencos. Al mismo tiempo fui requerido a algunas, pocas, apariciones en radio y tv.
Y así hasta 2002, año en que me inicié con obras de mayor enjundia: los libros.