No conocí a Rosaura. Fue la madre de mi abuela. Ella hizo, con sus historias, que la sintiese parte de mi vida. Rosaura era una mujer culta, a pesar de haber nacido en una época en que las mujeres no tenían otro papel en la sociedad que la de ser madres y esposas. Cambiaba libros por pequeños trabajos en la villa mas cercana a la aldea en donde nació.
No tenía tiempo libre, pero ella lo encontraba robándole horas al sueño para poder leer. Cuando murió, aún no había cumplido cincuenta años.
Este poema, que lleva su nombre, es para ella.
Los dientes de Rosaura eran blancos
y, los ojos, miel de espliego.
El pelo largo y claro,
como el maíz en julio,
las manos morenas.
Una tarde, Rosaura,
se sentó a leer en su balancín
con tachuelas de goma
y murió.
La encontraron descalza,
vestida de percal,
con una lágrima prendida en las pestañas
y el libro abierto
en la penúltima página.
-Mercedes