Somos seres de luz atrapados en una realidad holográfica. Vivimos una experiencia «humana» como una forma de conquista. La conquista del poder y realización personal.
Nada puede ser dado si antes uno no se hace responsable de su participación en la creación. Desde el lado coercitivo como la forma de reapropiación, esto pasa por asumir los contratos de vida, la participación, velada en muchas ocasiones, en las proyecciones sociales y humanas que participamos. Como somos «seducidos» por tantos patrones coercitivos, como una manera de dependencia emocional y, de subrogación del poder personal. Hay una falta de consentimiento, porque desde la «educación» se han encargado de introyectar el mensaje de no-expandir nuestro ser luminoso.
La soledad consentida, la conquista del espacio interno y realización de las virtudes inmanentes del yo soy pasan por recapitular la vida para así recuperar el poder dejado en esas experiencias coercitivas del poder personal. Así mismo abrir el camino del guerreo de luz. Para esto la meditación y el ensueño se presentan como las armas más poderosas del guerrero de la luz. Las armas de la batalla florida en la que uno se libera y recupera la menoría ancestral a través de la inmanencia de las virtudes.
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