Autor. (Echándole mucha cara.) —Bueno… ya está en la calle La ruta Oriental. Ha sido un parto sin epidural, a lo vivo. Puesto que ha nacido, lo mejor que puedes hacer es leerla.
Lector. (Con gesto de escepticismo.) —¿Porque tendría que perder el tiempo leyendo tu novela?
Autor. (Gesticulando convencido.) —Fijate si será buena que hasta a mí me gusta.
Lector. (Dubitativo.) —Permiteme que me ria, serias el primer autor al que le gusta su obra.
Autor. (Insistiendo.) —Te puedo asegurar que la he leído y corregido más de veinte veces y me sigue gustando.
Lector. (Para que lo deje en paz.) —Dame tres razones por las cuales debería leer tu novela.
Autor. (Alentado por la petición.) —Te agradezco la oportunidad que me brindas.
La primera razón es porque La ruta oriental te hará sentir. Encontrarás sensaciones nuevas y rescatarás otras olvidadas, pero todas profundamente humanas.
La segunda razón es que leyendo La ruta oriental te pueden pasar tres cosas: te afianzarás en tu hábito de lectura, o recuperarás una maravillosa afición, o descubrirás un tesoro, las ganas de leer.
La tercera razón es que cuando termines de leer La ruta oriental puede que la rechaces de plano o la recomiendes, no lo se. Pero de lo que si estoy seguro es de que no te dejará indiferente.
Lector. (Manteniendo el escepticismo del principio) —Tengo mis dudas pero voy a leerla y luego te cuento.
Autor. —Estaré esperando tu crítica. Suerte.