Si aún estás pensando en comprar mi tercera novela, La ecuación que resuelve el enigma, hoy te traigo tres motivos muy simples por los que deberías y, sobre todo, tienes que leer esta historia. ¿Estás preparado?
1) Originalidad
No hay algo que caracterice más a esta novela negra que su originalidad. ¿Por qué? Pues porque Rubén, nuestro protagonista, tendrá que localizar cinco números en cinco ciudades del mundo en un tiempo limitado, estando controlado las veinticuatro horas del día por su mayor enemigo: el antagonista Shareef.
¿Acaso no te has preguntado por qué en la mayor parte de thrillers que publican las grandes editoriales —y no tan grandes— siempre aparece la figura del inspector o la inspectora y un caso policíaco para descubrir quién es el asesino? Yo ya estoy cansado y aburrido de eso, ¡ya está muy visto! ¡Esa es la esencia de La ecuación que resuelve el enigma, que rehúye de lo que ya está visto; pero sin perder la esencia de una novela negra.
2) La personalidad de su protagonista
Para mí es lo más importante, con independencia de la historia. ¿A que los personajes en las historias que leemos son importantes? Nos sentimos identificados con ellos en la mayoría de las ocasiones, nos reímos, lloramos, a veces nos aburren… Pues bien, con Rubén puedes tener ese cúmulo de emociones porque estamos ante un personaje algo… particular.
Para empezar, Rubén es superdotado (tiene un 205 de CI). Su forma de ver el mundo es diferente al resto. Es un científico muy escéptico, crítico, reflexivo, maniático, ¡muy pesado! y bastante religioso. Con estas características, ¿aún no tienes claro por qué debes adentrarte en esta historia y conocerlo? Estoy convencido de que cuando acabes la historia, recordarás siempre a Rubén.
3) Enriquecimiento cultural y reflexión personal
Por último, pero no por ello menos importante, el hecho de que Rubén se vea obligado a viajar a cinco países del mundo permite al lector conocer cinco culturas diferentes, algunas con las mismas religiones; pero cada una con una idiosincrasia única y particular. No solo nos enriquece y nos ofrece una mirada más amplia; sino que intento que el lector tenga una mirada limpia de prejuicios hacia personas de otro color y religiones cualesquiera. Esa reflexión personal que incito te hará darte cuenta de que todos somos iguales ante la ley y que, aunque tengamos opiniones e ideas diferentes, nunca la violencia puede ser la solución a los problemas humanos.
Te invito a leer esta historia y a descubrir todo lo que te acabo de contar. ¿Te animas?