Bajo el silencio mustio de la soledad marchita emerge el recuerdo de un amor perdido. Encontrarlo quiero, aunque sin rumbo vivo. Por más que lo intento, desistir no puedo.
Quedan encrucijadas a las que aún me debo, serán caminos angostos, podrán ser caminos rectos, qué importan cómo sean si abrazarte anhelo.
Horas muertas plagadas de esperanza aplacan la tristeza del guerrero que, henchido de dolor, baja su lanza.
No hay batalla más amarga que luchar contra uno mismo, ni derrota más vana que perder contra el destino. Y si al final, sin vencer me quedo, déjame imaginar al menos que recibo tu consuelo.