Aquí yace una paradoja serrada por el morador. 48 clavos necesitó el carpintero para construir su propio ataúd y desaparecer para siempre («Serrando la paradoja», Rafael Blasco López). Este es uno de los cuarenta y ocho finales que contiene esta antología de relatos, una clara muestra de cómo dos frases pueden llegar a evocar múltiples realidades, según la subjetividad de quien las enuncie. Así, al menos, lo atestiguan las cuarenta y ocho historias contenidas en esta obra. En unas se rumorea que fueron 48 los clavos que necesitó el carpintero; en otras, todo gira en torno a la puerta 24 de la planta 48 de cualquier edificio, a donde el personaje no pensaba tener que volver de nuevo.
Sin embargo, todas ellas tienen un elemento en común: el esfuerzo de sus autores por lograr que, como lector, te sumerjas en mundos e historias donde no todo es lo que parece, donde las distopías ya no te resultarán tan lejanas, o donde la soledad hará de las suyas, provocando, por ejemplo, que el pequeño al que han dado vida sólo pueda encogerse y contemplar la grotesca escena de un crimen durante horas.