Ya lo dice el título, Aromas de pueblo. Pues bien, eso es lo que hace el autor, echarles piropos y flores sin cesar a sus gentes y a su pueblo, Cuevas de San Marcos, la villa de la que tuvo que marchar en su juventud y a la que nunca consiguió olvidar. Con esas pautas, el autor escribe y escribe versos y estrofas en los que pone todo su sentir, sus emociones y su esencia, con lo cual viene a narrar y describir el devenir de una vida feliz y sosegada en ese rincón de su amada Andalucía.
De modo cronológico, se abstrae y se embelesa con las vistas, el paisaje y la orografía de ese lugar, Cuevas de San Marcos, enclavado en las estribaciones de la cordillera Subbética, al norte de la comarca nororiental de la provincia de Málaga. De manera que, siguiendo el itinerario de una agenda imaginaria, describe y detalla los sucesos y bondades de su aldea como si fueran los pasos de una crónica, un relato narrado en verso.