Lo que el lector va a encontrar en este libro es una semblanza de la vida y obra de Felipe Aquino Santiago (San Juan del Puerto, 1948). El periodo de pandemia ha sabido aprovecharlo bien para reunir y poner en orden gran parte de sus vivencias, sustentadas en las múltiples facetas y etapas por las que ha pasado a lo largo de su dilatada vida laboral y personal. El epicentro de estas páginas habría que circunscribirlo a San Juan del Puerto, pueblo de la provincia de Huelva al que llegó con cuatro años, donde creció, formó familia, rigió y, por circunstancias, del que se tuvo que alejar —que no ausentar— hasta Madrid o Granada para mirarlo con más amor, si cabe. Felipe es un sanjuanero de corazón y convicción y allá donde va tiene a su pueblo y a su gente presentes.
La publicación, escrita con un lenguaje cálido y cercano, aborda escenas coloquiales y carismáticas que desde niño vivió entre el indescriptible olor a pan que salía de aquella panadería familiar. El paisanaje, las tabernas, las penurias y las alegrías, su afición al ciclismo, la sal de Félix, las gallinas o El Pozo de la Idea tienen su momento. Escenas que van acompañadas inexorablemente de la evolución personal del autor como si desde barcos portugueses del muelle partieran. Sus padres y hermanos, pilares fundamentales de la historia y testigos de la modernización del negocio, y amigos como José Mª Márquez, Sanchís, los médicos don Eulogio o don Carlos, Griñolo o Ramón y Francisquita no faltan en los pasajes. Capítulos que abarcan incontables gestiones realizadas como alcalde o director de sucursal bancaria, pero también la debacle de su propia empresa; de las recordadas fiestas patronales organizadas en 1982 o la huelga de hambre de trabajadores de un polígono cercano. En suma, la vida misma de un hombre apasionado por la Virgen del Rocío y San Juan Bautista, la de este señor de aspecto bonachón a quien, flanqueado por el Tinto y el Genil, vemos venir con brazos extendidos ofreciéndonos esta, su pequeña gran historia. Disfrútenla.