El árbol que vestía de viernes es un canto a la vida en sus diferentes estadios. El tiempo es conjugado como un artificio y como un desafío a los dioses y al oráculo de Delfos. Por sus páginas transitan ilusiones, quejidos, fracasos, emociones, fantasías, alegrías, naturaleza, preguntas…, que mente, corazón, ojos y oídos han prestado a la pluma del autor.
Los poemas están tejidos con estructuras, tonos y ritmos variados. Cada uno tiene voz, enfoque y estilo poético propio. Algunos siguen patrones más tradicionales; otros adoptan una estructura más libre y creativa al servicio del ritmo y el significado, la belleza simple y reflexiva del círculo sin perímetro del universo.