El buen lector en su biblioteca nace del entusiasmo por la lectura. No quiere enseñar nada ni convencer a nadie, pero está escrito para todos. Para disfrutar del placer de la lectura con los lectores habituales y para que quienes normalmente no leen libros entiendan por qué a algunos nos entusiasman. Y, quién sabe, a lo mejor alguno se convierte.
El autor quiere mostrar asimismo que el libro se disfruta no solo leyéndolo, pues también se pasan muy buenos ratos comprando, prestando, buceando en librerías en pos de un ejemplar muy deseado, buscando títulos ya descatalogados en las librerías de viejo, explorando nuestra propia biblioteca para comprobar que ya tenemos ese libro que queríamos, repasando los que nos han regalado a lo largo de los años, encontrando entre sus páginas fotografías ya olvidadas o postales que nos envió hace mucho tiempo alguien a quien nos cuesta reconocer.
En resumen, es este un libro para entusiastas de la lectura, para convencidos, aunque en el fondo de nuestro corazón se enciende también una tenue llama misionera. Y es que si llega a convencer solo a uno de los no lectores, la escritura de esta obra habrá merecido la pena.