Escribo para entender mis heridas y aceptar los cambios. Porque las palabras forman puentes y desde ellos me ofrecen otras perspectivas. Porque el vértigo que siento en el estómago es en el que se acomoda la inspiración; como un gato silencioso y desnutrido que se alimenta de la poesía, que se alimenta del miedo, que se aprovecha de la melancolía y la nostalgia que el cuerpo siente al no tocar la tierra con los dedos. Porque cuando me siento a observar la vida desde la quietud, me doy cuenta de que si no lo explico, si no lo escribo, no entiendo nada.