Hay una realidad mítica en la poesía, en la que el poeta construye sobre la adversidad una expansión de su propia naturaleza, encontrando poemas íntimos y reflexivos en un itinerario vital donde el amor, el miedo, la muerte y la armonía con la naturaleza están presentes sin dejar de mencionar el oficio de escribir y los mundos perdidos del desamor que carecen de contraste, pues el tiempo es una experiencia llena de memoria, que cada uno de nosotros puede y debe buscar, en base a su propia bitácora.
En esta gama de vivencias la sugestión se apodera del lector a modo de collage y es entonces que la palabra toma su propia conciencia, discurriendo sobre diversos universos que acercan al ser humano con su propia cotidianeidad. En esta pluralidad de sentimientos el poeta requiere al lector, quien cerrará libremente el círculo. Será entonces cuando cada uno reconstruirá su propia identidad.