Daniel, un funcionario de correos de cuarta categoría cuyo trabajo es monótono y alienante, aunque cómodo y sin sobresaltos, se ve envuelto de manera imprevista en una huida precipitada que acaba llevándolo a un remoto rincón del mundo y dando un vuelco total a su insulsa vida. En este viaje jugará un papel fundamental su vecina Adela, una anciana nonagenaria cuya existencia, diametralmente opuesta a la del protagonista, ha estado cargada de sobresaltos y sacrificios, pero también de amor, bondad, resistencia y lucha contra la adversidad.
La ruta oriental invita al lector a embarcarse en el viaje de Daniel y compartir sus aventuras y desventuras, reflexionando durante el periplo sobre algunos de los valores y aspectos consustanciales a la realidad humana, sus contradicciones y sus incoherencias. De igual modo, la obra pone de manifiesto el valor individual de la persona como ser único e irrepetible y supone un canto a las segundas oportunidades, dejando claro que siempre podemos levantarnos después de cada caída y, sin rendirnos, volver a caminar.